25 jun 2013

Testimonios: El renacimiento de muchas vidas

Otro imperdible aporte del Dr. Sebastian Gonzalez que tenemos el agrado de compartirles:



Hay una cosa tan inevitable como la muerte, y esa es la vida. No es una frase mía sino la de un hombretón de bigotitos que mudo, decía más que mil payadores: el gran Charles Chaplin.
Yo estaba fumando un cigarrillo a la entrada del Clínicas, y entonces vi a uno de mis maestros que venía entrando al hospital apurado y valija en mano. ¿Adonde vas? le pregunté. -Voy a operar- me contestó luego de devolverme el saludo. ¿Vamos? invitó casi sin frenar. Lo acompañè.

Al fondo del hall central, esquivando los más variados caminantes, llegamos a la entrada de los ascensores. La cola para subir era larga y el cirujano no quería tardar. -Mejor bajamos- me dijo, y lo acompañé hacia el basamento. ¡Sube basamento! gritó  y luego del chirrido de cadenas la puerta mitad verde y mitad color antioxidante del ascensor se abrió para llevarnos al piso 17. -En este bendito hospital para subir, hay que bajar- reflexioné. 

Al llegar al 17 (el piso del bloq)  tomamos los equipos verdes con insignia "HC" escuchando las palabras de la nurse que avisaba que el resto del equipo ya estaba listo. Subimos al 18 para bajar de nuevo al vestuario del 17 porque no había entrada directa a los cambiadores desde donde se operaba. Cambió la historia, subimos para bajar esa vuelta. ¿Qué vas a operar? le pregunté. -Tengo transplante- me contestó señalándome la valija (ahí me percaté que era una heladerita en realidad). -Riñón- sentenció y proseguimos nuestra marcha a la sala donde esperaba el que iba a recibir el tesoro del dichoso recipiente.

Contarles lo qué pasó después puede llevarme tiempo y quizás aburra. Diré que fue mi primer contacto con la medicina del transplante, esa que permite encontrar vida donde ya no la hay. De un cadáver, nuestra medicina puede extraer vida. Recuerdo la imagen del riñón en la heladera, como el de la carnicería más o menos, gris pálida de color muerte. Al colocarlo en el paciente y tras lograr la anastomosis arteriovenosa mi amigo el cirujano avisó a la sala: ¿puedo probar? Ante la afirmativa general de la sala, se desclipó el cortocircuito y lo mágico ocurrió: el riñón tomó color en segundos y el uréter colgado empezó a producir gotas de orina... Los urólogos entraron al ruedo y yo me fui con mi profesor-amigo a tomar unos mates. La primera tarea había concluido. Un rato más tarde nos estábamos despidiendo en el mismo lugar donde nos saludáramos horas antes.

Años después, de esto hace meses, me volví a encontrar con una situación similar, pero esta vez del otro lado. La del donante. Ella era una nena que sufrió un accidente con fórmula repetida: moto + niño - casco. A las 48 hs estaba en muerte cerebral y ya nada podíamos hacer. O sí que podíamos. Amén de ayudar a la madre de la manera en que pudimos -que siempre resultan pocas-, realizamos los trámites pertinentes para ver si podía o no, ser donante. Al terminar mi turno partí sin concoer qué había sucedido. Al otro día me enteré que sus riñones fueron a encontrar otros dueños. Por suerte, el dolor algo se aliviò.

La muerte nos puede encontrar en la esquina menos pensada. Si pensamos en ella seguro enseguida buscamos otro tema. En cuidados intensivos la muerte está cerquita y la línea se afina. Cuando llega y la encontramos en un niño, el dolor es inevitable.Lo inesperado y brusco de ella la más de las veces, es a veces devastadora. Hoy día, la medicina puede paliar la vida y prolongarla hasta límites increíbles unos años atrás. Quizás demasiado. Vivimos una época en donde los padres no acostumbran a enterrar a sus hijos.

Parafraseando al alemán Erich Fromm, diré que vivir es nacer a cada instante. La vida es un continuo renacer. Lo bello es poder ver que también con el partir, podemos dejar algo nuestro bien tangible en otro. Permitir que ese renacimiento alimente otros cuerpos es una dicha antes impensada. Cuando la parca llega y visita a un niño, puede que esa parca se aleje de otro. Nosotros como médicos podemos ayudar en ese proceso, y vaya cuánto.

Los dejo con dos documentos interesantes. En uno se recomienda la forma en la que un pediatra puede y debe ayudar a los padres que pierden sus hijos. También adjunto las guías americanas de muerte cerebral en esta etapa de la vida.